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TRIBUTO MUSICAL CIERRA FUNERAL DE CHEO FELICIANO

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TRIBUTO MUSICAL CIERRA FUNERAL DE CHEO FELICIANO

Ante miles de personas amigos despidieron anoche del salsero en el Coliseo Roberto Clemente

Si una cosa nos ha enseñado la música caribeña es que las penas se curan, se lloran cantando y, a veces, también bailando. Por eso el multitudinario funeral de la voz más privilegiada de la salsa, Cheo Feliciano, no podía sino ser un encuentro de amigos, de gente que es familia en la música y que se dio cita ayer en el Coliseo Roberto Clemente para decirle adiós a aquel que siempre llamó y trató a su público como familia, precisamente escuchando su música, cantándole y celebrando su vida.

Desde temprano en la tarde personas de todos los rincones de la Isla fueron llegando hasta el Coliseo a rendir sus respetos en el segundo día de velatorio. Algunos bailaban su música en las afueras del lugar, tocaban maracas y tambores, otros cargaban banderas o flores para presentarlas ante el féretro ubicado bajo una inmensa bandera de Puerto Rico. Nunca lo dejaron solo. Durante todo el día, casi una decena de guardias de honor de figuras clave de la salsa y la música romántica, muchos de éstos visiblemente afectados por la inesperada partida de Cheo Feliciano fallecido la madrugada del Jueves Santo en un accidente de tránsito.

Algunos de éstos fueron Oscar D' León, Andy Montañez, Gilberto Santa Rosa, Nydia Caro, Luis Enrique, Víctor Manuelle, Roberto Roena, Tito Nieves, José Alberto “El Canario”, Alejandro “Chalí” Hernández -hijo de Rafael Hernández-, Ismael Miranda, Bobby Valentín y Don Perignon, entre tantas otras estrellas.

Concierto de emociones. Una de las más emotivas fue la guardia de honor que presentó El Gran Combo de Puerto Rico, con su director Rafael Ithier. Asimismo, el público celebró y vitoreó la participación del ex boxeador Félix “Tito” Trinidad, quien también participó de una guardia de honor y ante su presencia el coliseo completo comenzó a gritar: “¡Tito! ¡Tito!”.

Mientras, la música de Cheo Feliciano sonó sin parar durante toda la tarde y su familia, ubicada en una zona preferencial en el centro del coliseo saludó a todo el mundo y se mantuvo presente a lo largo de la extensa jornada. Mención aparte merecen sus hijos y su viuda Socorro “Cocó” Prieto, quienes saludaron a todo el que se les acercó con un aplomo realmente impresionante.

Según estimados de la Policía, tan sólo ayer domingo, dijeron presente entre 15 mil y 20 mil personas; muchas de las cuales se ubicaron en las gradas para disfrutar del tributo musical que dio inicio a eso de las 6:30 p.m.

De la lágrima a la algarabía. La emotividad era evidente. No había muerto un colega; había muerto un hermano. Algunos lloraban, se abrazan. En las gradas, de vez en cuando se escuchaban gritos de “¡Familia!” o se veía a Oscar D'León desde abajo dirigir una ola que daba la vuelta redonda a todo el coliseo.

La fuerza de la voz de Danny Rivera dio inicio al concierto y cuando el público comenzó a escuchar la frase: “el que canta olvida su dolor”, de inmediato se unieron al cantante. Acto seguido, la hija de Cheo Feliciano, Michelle Feliciano, se dirigió a los presentes y clamó porque no se olvide el legado de su papá, toda vez que agradeció con voz entrecortada el cariño que han recibido del pueblo, así como las gestiones de los gobiernos municipales de Ponce y San Juan.

Andy Montañez subió al escenario para cantar Cuando un amigo se va; uno de los momentos más intensos de la jornada musical. A él le siguió José Nogueras, una de las plumas que junto a don Tite Curet Alonso, compuso el mayor número de canciones para Cheo, siendo la más conocida de ellas el emblemático bolero Amada mía, que Nogueras interpretó para el deleite del público.

Muchas familias, una sola familia. Al final de su interpretación, compartió el micrófono con José Luis Feliciano, el hijo menor del cantante, quien al culminar la canción pidió a los presentes que se pusieran de pie y dirigió una oración. “Papi te extraño, papi esta es tu gente”, dijo.

Luego, el cuarteo Los Hispanos tomó los micrófonos para entonar el clásico Creo en Dios, interpretada con tanta fuerza que bien hubiese podido conmover al más escéptico. De inmediato, Ismael Miranda ocupó el escenario para presentar a la orquesta homenaje que ya ocupaba sus puestos en el centro del coliseo.

“Cheo nos dio clase a todos, a todos los cantantes de Puerto Rico y aquí estamos. Gracias por ser buen maestro, por darnos clase de conducta, de canto, de soneo, porque eres el mejor y lo seguirás siendo… Hasta pronto, amado nuestro”, afirmó Miranda y acto seguido presentó a la orquesta que comenzó a entonar la canción más esperada Canta, de Rafael Hernández en voz de Dalbert García, bajo la dirección de Luis García, quien fuera además el director musical de Cheo durante décadas.

Cantar para olvidar el dolor. Poco a poco se fueron sumando al coro Gilberto Santa Rosa, Víctor Manuelle, Luis Enrique, Tito Nieves, Camilo Azuquita, Joey Hernández, Oscar D'León, Andy Montañez, José Nogueras, Victoria Sanabria y Domingo Quiñones, entre otros como Luis "Perico" Ortiz, quien estuvo allí con su trompeta.

El coro, contagioso por demás decía: “Canta y olvida tu dolor. ¡Familia! Como Cheo canta”.

El concierto acabó al filo de las ocho de la noche y tras un mensaje de agradecimiento de la viuda, poco a poco las personas comenzaron a salir.

Sin embargo, el féretro permanecería expuesto hasta las nueve de la noche y al salir del Coliseo la fila de personas que esperaban por entrar era inacabable.

Al cierre de esta edición muchos esperaban su turno. Para pasar el tiempo, marcaban la clave con las manos, esa forma de latir en comunión tan propia del pueblo salsero.

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