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Desde el pueblo garífuna construimos una alternativa de salud y vida digna que desafía al sistema actual

Desde el pueblo garífuna construimos una alternativa de salud y vida digna que desafía al sistema actual

«Aura buni, Amurü nuni» (yo para ti y tú para mí): en medio de la violencia del Estado, así nos cuidamos para enfrentar la pandemia por la Covid-19. En este texto, la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) explica sus estrategias de cuidado colectivo y comunitario y denuncia los ataques que están sufriendo por parte del Gobierno de Honduras.

Nuestro territorio ancestral y nuestro pueblo son una esperanza de vida

El pueblo garífuna arribó a Honduras hace más de 200 años. Hasta la fecha conservamos la cultura de nuestros ancestros arawak, caribes y africanos. Somos de índole matrifocal, por ello las mujeres jugamos un rol y liderazgo fundamental en los hogares y comunidades de nuestro pueblo. La organización matrifocal también nos ha permitido la posesión comunitaria de la tierra.

En 1978 nos organizamos en la Federación del pueblo garífuna de Honduras y posteriormente en la Organización Fraternal Negra Hondureña, OFRANEH, para defender nuestros territorios y derechos culturales ante gobiernos y grupos poderosos que a lo largo de los años han intentado poner en riesgo la sobrevivencia de nuestro pueblo, dañar, explotar y devastar nuestras tierras ancestrales.

Desde tiempos inmemoriales luchamos por la autonomía, por el derecho a cuidar las tierras de nuestros ancestros y ancestras y vivir una vida desde nuestra cultura y espiritualidad. Nuestra forma de vida y organización está basada en la protección de todos los seres, en la soberanía alimentaria sin poner en riesgo el equilibrio y derechos de la naturaleza, y en el reconocimiento de los saberes ancestrales.

Por ello trabajamos para promover la educación intercultural bilingüe e impulsamos una red de radios comunitarias garífunas desde las cuales defendemos nuestra identidad cultural. Velamos por la salud a través del diálogo de saberes entre la medicina ancestral y otras formas de salud. Trabajamos en la recuperación de la flora y los cultivos propios de nuestra tierra, seriamente amenazados por la plantación masiva de la palma africana. Creamos alternativas de economía solidaria y soberanía alimentaria para que las personas jóvenes no tengan que migrar a Estados Unidos o Europa.

En la defensa del territorio nos involucramos todas las personas de la comunidad: jóvenes, mujeres, ancianos y ancianas, líderes espirituales y grupos organizados. La defensa del territorio es la base fundamental para garantizar la perpetuidad de la cultura y la identidad del pueblo garífuna. Además, desde la OFRANEH hemos emprendido una defensa jurídica permanente del territorio ancestral ante la Comisión Interamericana Derechos Humanos (CIDH).

Nuestro ejemplo de vida es completamente contrario al capitalismo colonial, racista y patriarcal. Por ello hemos tenido que defendernos de las familias oligarcas que destruyen la tierra con monocultivos y limitan nuestros lugares para vivir; de empresas y monopolios turísticos que lastiman el mar y nos prohíben pescar; de grupos de crimen organizado que con violencia quieren expulsarnos de nuestras comunidades para usarlas en sus negocios. Todo con la complicidad y violencia del Estado hondureño. Ante la violencia de este sistema nos cuidamos y protegemos en colectivo, encontrando la fuerza en nuestros tambores ancestrales y nuestra capacidad organizativa.

«Aura buni, Amurü nuni» (yo para ti y tú para mí): en medio de la violencia del Estado, así nos cuidamos para enfrentar la pandemia por la Covid-19

Desde el golpe de Estado perpetrado en 2009, la situación del sistema de salud y todos los servicios públicos se ha deteriorado gravemente poniendo en riesgo la vida del pueblo hondureño. Desde el Gobierno se han cometido numerosos actos de corrupción que han saqueado y debilitado el sistema de salud e impulsado la privatización, dejando a la mayoría de la población desatendida en un país azotado por la pobreza. Falta de medicamentos y medicamentos caducos, falta de equipo y personal de salud en todas las áreas, personal de salud -en su mayoría mujeres- trabajando sin derechos ni medidas sanitarias básicas o equipo obsoleto son solo algunos indicadores de la renuncia del Estado a cumplir con su obligación de asegurar el derecho a la salud.

Por ello, cuando el coronavirus llegó a Honduras había un sistema de salud colapsado y destruido que no estaba preparado para la pandemia. El Gobierno continuó violando los derechos de la gente a través de nuevos actos de corrupción que están dilapidando los recursos extraordinarios destinados a atender la crisis sanitaria y puso la gestión de la pandemia en manos de la policía y del ejército para seguir reprimiendo a la población y los movimientos sociales.

Ante esta realidad, en nuestras comunidades hicimos lo que sabemos hacer: cuidar y proteger la vida. En el pueblo garífuna hemos sabido preservar nuestra cultura ancestral y heredar un enorme bagaje etnobotánico, gracias a ello y a nuestra experiencia organizativa, esta es una estrategia que no solo ha salvaguardado la salud del pueblo garífuna sino que aporta una vía alternativa a las respuestas implementadas en la mayoría de países del mundo, con enormes costos para la población. Hoy contamos con 31 centros de salud comunitarios, siete de ellos en ciudades donde habita una gran población garífuna joven (seis en San Pedro Sula y una en La Ceiba).

Contra la idea del distanciamiento social, nos enfocamos en fortalecer nuestra respuesta colectiva a través de redes comunitarias de salud. Redes que involucran a todas las personas -adultas y jóvenes, hombres y mujeres- en las acciones de prevención, higiene, información, protección y cuidado de las personas más vulnerables. Si toda la comunidad se involucra, toda la comunidad se hace responsable de la salud y se beneficia de las acciones. No dejamos a nadie atrás, no sembramos el miedo que nos aísla a unos de otros, todas nos acompañamos y nos hicimos responsables de la propia salud y de la salud de las otras. Aquí no se trata de quién tiene más recursos, de quién puede pagar una mascarilla, un hospital privado o un plato de comida, nosotras sabemos que si una persona se pone enferma o en riesgo todas nos hacemos más vulnerables, así que apostamos por una salud comunitaria y participativa.

Contra un modelo de salud que se limita a curar la enfermedad, nosotras nos enfocamos en reforzar el sistema inmunológico de toda la población. Gracias al diálogo que desde hace tiempo tenemos entre la medicina ancestral y otras disciplinas y saberes, contamos con una amplia gama de recetas, tés, plantas medicinales originarias de nuestra tierra y acciones de salud y alimentación enfocadas a limpiar, sanar y fortalecer nuestro cuerpo. Estos conocimientos se sistematizaron para que pudieran ser usados en cada centro de salud, logrando con ello no sólo que más personas los puedan aprovechar, sino democratizando el saber para que no sea propiedad de unos cuantos. Para ello, un grupo de personas médicas, enfermeras, biólogas, pedagogas y Buyeis (sanadores, guías espirituales) unieron esfuerzos para integrar el manual ‘Medicina ancestral garífuna‘ para fortalecer el sistema inmunológico de nuestro pueblo, prevenir y atender la Covid-19 en las comunidades garífunas.

Contra el aislamiento y abandono de las personas mayores, nosotras priorizamos cuidarlas, honrar sus saberes y fortalecer el vínculo intergeneracional. Sabemos que en las personas mayores de nuestro pueblo recae la historia y los conocimientos ancestrales, son guardianes y guardianas de nuestro patrimonio y hacen posible la continuidad de nuestra cultura. Cuidar a las personas mayores implicando en ello a las personas jóvenes permite un intercambio generacional que transmite los saberes ancestrales a las nuevas generaciones y fortalece el tejido social. Un ejemplo concreto de ello lo hemos visto en la distribución de tés medicinales -medida de prevención y fortalecimiento del sistema inmunológico- pues ha venido a fortalecer el conocimiento de la juventud sobre las diversas plantas curativas.

Contra la desinformación de gobiernos y medios masivos, nuestro pueblo asegura que todas las personas tengan acceso a información verificada: difusión de información mediante carteles, visitas domiciliarias para saber las necesidades de salud y radios comunitarias para informar de la Covid-19 de una forma clara, cercana y objetiva. Sabemos que la información es un derecho y que en momentos de incertidumbre resulta fundamental para evitar el miedo, la desconfianza y el distanciamiento social que hemos visto durante esta pandemia. Para nosotras, la información no es monopolio de nadie, por el contrario, es un bien común que permite que todas tengamos los conocimientos básicos para poder proteger nuestra salud.

Mientras la higiene y las medidas de protección se convierten en un privilegio nosotras las garantizamos a través del trabajo colectivo. Los hospitales y las ciudades carecen de medidas básicas de protección e higiene por la falta de abastecimiento y recursos públicos suficientes. Por ello, en las comunidades garífunas hacemos tareas comunitarias de desinfección y fumigación, elaboración y distribución de mascarillas hechas por las mujeres, elaboración de gel desinfectante e información sobre hábitos de alimentación saludables que eviten el consumo de alimentos chatarra impuestos por empresas transnacionales.

Ollas comunitarias, porque no hay salud sino hay acceso a la alimentación y a una alimentación sana. Por todo el país miles de personas se quedan literalmente sin nada para comer, ante ello en nuestras comunidades compartimos el alimento, cocinamos en colectivo con lo que tenemos al alcance. Las ollas comunitarias puestas inicialmente para dar de comer a los equipos comunitarios de salud se han convertido en una respuesta a la escasez de alimentos. No es fácil, el riesgo de desabasto es elevado por la prohibición impuesta por el gobierno de no poder ir a sembrar o pescar, y la hambruna que se avecina es terrible sobre todo para las comunidades que están más cercanas al área urbana. Sin embargo, lo poco que tenemos lo compartimos y lo ponemos en común.

Protegemos a nuestras comunidades a través de equipos comunitarios de resguardo y a instalación de retenes de control en las entradas de las comunidades. El Gobierno nos ha puesto en riesgo, las autoridades de forma sistemática no respetan las decisiones comunitarias, no se coordinan con nuestros centros de salud comunitaria y nos agreden. La policía nos ha amenazado con lanzar bombas lacrimógenas contra jóvenes garífunas que custodian la comunidad de Travesía, Cortés; personal de salud del Estado asignado en nuestras comunidades violenta los protocolos de bioseguridad al enviar a sus casas a personas recién ingresadas cuando contamos con centros de cuarentena para evitar contagios; la Marina Mercante autorizó el movimiento de embarcaciones de carga en la comunidad de Oak Ridge, Roatan, para mantener activado el comercio sin importarle la salud y seguridad de la población, policías acosan y detienen a pobladores y pobladoras sin ninguna justificación.

Esta escalada de agresiones llegó a su límite más letal cuando el pasado 21 de mayo fue asesinado nuestro compañero Edwin Fernández, encargado de la vigilancia del portón que fue instaurado en la comunidad de Río Tinto, Atlántida; sujetos encapuchados, supuestamente vinculados al crimen organizado, irrumpieron en la vivienda de Edwin y, frente a sus hijos, le arrebataron la vida como represalia por no entregar la llave del portón de seguridad. Las autoridades, como muchas otras veces, promueven la impunidad y no hacen nada frente a esta escalada de violencia contra nuestro pueblo.

seis jóvenes con mascarilla posan en la calle para la foto, llevan materiales para fumigar

Un grupo de jóvenes posan tras hacer labores de desinfección. / Foto: Ofraneh

La solidaridad no se confina, llamamos a las comunidades en lucha a proteger y multiplicar las experiencias de salud que se oponen a este sistema de muerte

Nuestra experiencia es una muestra de que el poder y organización colectiva, los saberes ancestrales y la priorización de la vida por encima de los intereses del capital son la única vía para cuidar y proteger nuestras comunidades no solo del coronavirus, sino de un sistema que pone en riesgo la salud, que considera nuestras vidas desechables y que está enfermo de avaricia. Así como nuestro pueblo, otros territorios indígenas se auto organizan para protegerse por toda la región. En nuestra experiencia está la prueba de que otros mundos son posibles, los estamos construyendo día con día en medio de una gran adversidad y violencia.

Llamamos a los pueblos del mundo a que nos protejamos contra este sistema de muerte de forma solidaria y recíproca, pues solo así podremos seguir creando las alternativas de vida digna por las que nuestras ancestras y ancestros, generación tras generación, han luchado.

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