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Alicia García Bergua: la poesía como un ejercicio científico y sentimental

Por Fidelia Caballero Cervantes.
Alicia García Bergua: la poesía como un ejercicio científico y sentimental

La poesía es todo eso complejo que somos, es un aparato de observación, dice la poeta, hija de republicanos españoles

“Un poema no es más/ que una conversación en la penumbra del horno viejo/ cuando ya todos se han ido /y cruje afuera el hondo bosque.”

Eliseo Diego

 

México. Cultura.- La vida que lleva Alicia podría estar muy cerca del ideal de perfección de muchos de nosotros. Su casa se ubica en Coyoacán, a un lado de la Plaza de la Conchita, un lugar bellísimo. Podrán verla por ahí en compañía de Marley, su perro, con quien se aventura a una caminata diaria durante más de una hora. “Simplemente salir a caminar por allí me alegra la existencia”, comenta. Y le creo. La vida con perro y naturaleza es sanadora.

Alicia García Bergua nació en la Ciudad de México en 1954; es poeta, ensayista y traductora. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y ha contribuido en la edición de publicaciones científicas en revistas como Naturaleza y Scientific American México.

- ¿Qué le ofrece la ciencia a la poesía y viceversa?

- Creo que tanto la ciencia como la poesía nos permiten observar algo con desinterés, curiosidad, pasión y atención, y eso necesariamente te abre todo un horizonte. Por ejemplo, la ciencia hace evidente que todas las formas de vida que observas, incluso la tuya propia, es producto de una larguísima evolución y selección que es azarosa en gran medida, y te trasciende, y que en todo lo vivo hay una especie de milagro asombroso. Y más cercanamente uno puede ver que, por ejemplo, el perro, a consecuencia de la domesticación de muchos siglos, mantiene una relación contigo en la que uno se descubre a sí mismo de otra manera. Hay un poema en mi último libro publicado Ser y seguir siendo, donde hago esta observación:

De pronto me distraigo escuchando la radio

y abandono mis brazos

que iban a darle de comer al perro,

Él los está mirando y tiene la paciencia de esperar,

que recuerde que los estaba usando para eso:

mira mis brazos que hicieron ese gesto

de ir a tomar su tazón y llenarlo.

Para él soy mis brazos, mi tronco que se yergue,

mis piernas que caminan junto a él,

mis ojos que lo miran…

no soy la que yo creo.

Recorrer la ciudad caminando es esencial para Alicia. Mucho de lo que escribe y piensa lo concibe andando, desde siempre. Antes de la contingencia sanitaria que estamos atravesando, veía en un café a sus amigos de la tertulia literaria donde se leían y conversaban. “Cada quince días me reunía físicamente en la teleaula “Luis Estrada” en Universum en la UNAM, con los miembros del taller-portal de escritura creativa en divulgación de la ciencia, Cienciorama, que coordino con Guadalupe Zamarrón y cuyo administrador es Edgar Vargas. En él conversamos sobre las propuestas que hacen los participantes de realizar distintos textos y suele ser muy interesante; a veces programamos incluso pláticas sobre temas específicos. Además, solía reunirme mucho a platicar con mi sobrina Julia Piastro García, quien es poeta también, y con quien mantengo una estrecha amistad. Una vez al mes solía ir también a Universum a revisar las planas de la revista ¿Cómo ves?, en la que hago además labores editoriales en línea, y así tengo también el gusto de ver a otros amigos míos”.

Soledad, lectura y creación

Leo lo que me dice y siento tristeza. Vaya que nos ha quitado algo de vida esta encerrona. Me quedo pensando en lo mucho que les ha robado a otros: familia, amigos. Pero habremos de recuperar el aliento, los abrazos y los besos.

“Lo que no olvido de antes de la cuarentena es que estábamos en un periodo de gran violencia contra las mujeres que no ha cesado, además de la violencia del crimen organizado. Estuve en la última manifestación con mi hermana y dos amigas. Es algo que me sigue afectando mucho y ahora especialmente siento aún mayor impotencia para actuar sobre ello. Eso y el apoyo a la educación, la cultura y la ciencia por parte del Estado son temas que me siguen preocupando mucho. Los talleres, la tertulia y el contacto amistoso continúan gracias a las plataformas de videoconferencia que existen, y eso también nos ha abierto posibilidades que creo que una vez que termine la cuarentena seguiremos aprovechando”.

Gran parte de su trabajo lo realiza en línea, así es que muchas cosas no han cambiado mucho en su caso. “Para mí la vida de la cuarentena y la anterior no difieren tanto porque con los años me he acostumbrado mucho a estar sola en mi casa y a aprovechar esa soledad para leer, pensar y escribir, por eso no se ha alterado tanto mi paz interior”.

Ha acortado las caminatas con Marley, su fiel compañero, por obvias razones. Desconozco cuantos poemas le ha escrito a su perro o a otros perros, pero claramente los disfruta y descubre. Este poema, por ejemplo, no tiene desperdicio:

Cuando mi perro husmea

profundiza en su vida limitada

a la estrecha pared de mi existencia.

Su manera de ser me da nostalgia,

Nuestra vista y oído desterraron

la sensación que da el olfato

de un lugar más vasto

que nos contiene a todos en silencio.

Cuando paseamos y queda absorto

en detalles que escapan a mi vista,

parece sumergirse y tocar fondo

en ese mar de aire donde habita;

yo simplemente espero,

lo ayudo a atravesar de orilla a orilla.

La poesía de Alicia García me resulta peculiar e inteligente. Parece hacerse preguntas después de observar y resuelve el problema de la duda o la curiosidad con pequeñas narraciones que se convierten en poemas, como sucede en la ciencia que tanto ama. Observación: ubicar el objeto a estudiar o comprender. “Llegan a mí como una idea vaga que tengo que concretar escribiendo”. Hipótesis: se expresa una idea que explique lo observado. “Los apunto primero en cuadernos, como si dibujara”. Experimentación: se realizan varios experimentos para demostrar o rebatir la hipótesis. “Trabajo mucho en cada poema hasta que queda; los escribo dos o tres veces”. Teoría: se revela la hipótesis más factible. “Hasta que queda una versión que después trabajo más con la computadora”. Y así nace su poesía, como un ejercicio científico y sentimental.

La vida a través del cine

Alicia es hija de republicanos españoles. Su padre, Emilio García Riera, fue historiador y periodista especializado en cine mexicano. “Mis padres fueron niños en la guerra civil española; mi padre llegó a México con mis abuelos desde la República Dominicana –a donde llegaron de Francia después de toda una odisea– a los catorce años, más o menos, y mi madre llegó como cinco años después. Ella y su familia viajaron en barco desde España a Estados Unidos y llegaron a México atravesando los Estados Unidos hasta Tampico en autobús, donde vivió los primeros años. Eso sucedió en la segunda mitad de los años cuarenta. Cuando mis padres, abuelos y tíos contaban todas las vicisitudes que los trajeron aquí, resultaba un milagro que existiéramos. En realidad, mis padres sufrieron mucho en la infancia por lo que a mí y a mis hermanos nos sobreprotegieron convirtiendo nuestra vida en una especie de mundo fantástico en donde el cine tuvo un gran papel. A mi madre le costó mucho estar en México, tenía un gran talento literario que no se atrevió a desarrollar porque en el medio intelectual al que llegaron a pertenecer era muy difícil para una mujer lograrlo y mi padre no la apoyó. Ella no tuvo la fuerza, pero siento que nos la dio a mis hermanos y a mí. La recuerdo admirando de lejos a Rosario Castellanos y a Inés Arredondo. La manera en que mi padre se hizo mexicano fue a través del cine, era su manera de observar el mundo, y dedicó una gran parte de su vida a escribir y reescribir La Historia documental del cine mexicano, de la cual aún no está publicada la última versión que dejó. A mí me gusta mucho el cine desde siempre y siento que mi detenimiento para observar ciertos hechos humanos proviene precisamente de que nos enseñó a ver las películas”.

- ¿Crees que La anchura de la calle podría ser una novela?

- Es curioso que me hagas esa observación porque, en efecto, es un recorrido por mi infancia, sin embargo, aún no tengo el desapego que se necesita para transformar eso en ficción, algo que sí tuvo mi hermano Jordi que escribió la novela Karpus Mintej, reditada en el FCE y que tiene mi hermana Ana.

Falta de reconocimientos

No conozco a Alicia personalmente, pero siento en ella, en su poesía y ahora en sus palabras, la fuerza de una mujer libre, completa, madura y relajada; viviendo, tal vez, la mejor etapa de su vida. Confiesa que ha habido épocas en las que le ha dolido la falta de reconocimiento.

“Por ejemplo, mis libros de poesía no están reunidos y he escrito mucho, y todavía tengo dificultades para publicar libros precisamente porque me ha preocupado más escribirlos que publicarlos. Todavía siento un gran temor al rechazo y eso a mi edad ya se me debería haber quitado. Tengo un libro de poesía inédito haciendo cola en una editorial y otro libro inédito de ensayos que quizá aparezca pronto. Siempre pienso que si fuera hombre mi suerte sería otra porque mis amigos poetas hombres siempre hallan editor. Creo que, aunque no me lo tome a pecho, ser hombre conlleva todavía muchas ventajas. Crecí con un padre que era parte de un ambiente intelectual donde los hombres tenían la voz cantante. En mi juventud los hombres eran el centro; ahora lo están dejando de ser y sufren por eso, pero las mujeres seguimos en cierta periferia en la que, debo confesar, he sido muy libre de hacer lo que quiero, y libre también de no haberme tenido que medir con ningún hombre que intentara doblegarme ni minimizarme. He tenido muy buenas amistades con hombres y me he sentido tratada con igualdad y eso para mí ha constituido una ventaja. Pero creo que también he pagado el precio de mi libertad en muchos ámbitos. Pero no la cambiaría por nada”.

También ha participado en la edición de publicaciones de la primera etapa en la revista La Jornada semanal y Este País. En 1983 publicó, junto con Carmen Silva, la revista artesanal manuscrita El Tendedero y es coordinadora del sitio Cienciorama de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia.

Dice que, tanto para ella como para los poetas Fabio Morábito, Tomás y Francisco Segovia, la poesía y el ensayo pertenecen a un mismo terreno en el sentido de que ambos son formas profundas de pensar en algo partiendo del lenguaje como aparato de observación.

Eso complejo que somos

“En uno de mis últimos ensayos digo que el gesto de detenimiento y atención al lenguaje que implica la metáfora es uno de los grandes fundamentos del pensamiento racional. La poesía me resulta más fácil en el sentido de que me fluye de una manera más o menos natural y autónoma; en cambio el ensayo es una conversación que emprendo con un posible lector o interlocutor y esa conversación puede fluir por caminos muy distintos. La gran mayoría de los ensayos que he escrito versan sobre poesía, son mi manera de reflexionar sobre lo que hago y hacen otros poetas al escribir ciertos poemas porque además considero que los poemas son acción dramática, formas de expresión de todo eso complejo que somos y de lo que tratamos de hacer con ello. A mí misma aún me resulta asombroso ser poeta, tener la necesidad que no la voluntad, de escribir un poema particular”.

- La poesía de tu generación.

- Hay muchos poetas de mi generación y de generaciones anteriores y posteriores que me gustan, pero no me pondré ahora a mencionar a todos porque puedo incurrir en injusticias y olvidos. No obstante, lo que sí puedo decir es que he escrito junto a muchos poetas de mi generación que admiro y estimo, no sólo mexicanos. Y cuando digo junto, quiero decir que hemos compartido nuestros textos, que nos hemos leído unos a otros y acompañado en esta travesía que es escribir. Y eso es lo importante para mí, se supone que la poesía es un camino sufrido y solitario, pero no lo ha sido en mi caso, me ha unido a muchos poetas de mi generación y a través de ella hemos hecho un lazo de amistad entrañable. Entre ellos mencionaré a Francisco Segovia, Ángel Miquel, Álvaro Quijano, Carlos López Beltrán, David Huerta, Pedro Serrano, Manuel Andrade, Sergio Negrete, Eduardo Hurtado, Luis Cortés Bargalló, Fabio Morábito, Antonio Deltoro, Conrado Tostado, Enrique González, Carlos García-Tort, Francisco José Cruz, Beatriz Novaro, Ena Lastra, Carmen Leñero, Blanca Luz Pulido, Carmen Villoro, Rosa Gaytán, Coral Bracho, María Auxiliadora Álvarez, y Jorge Fondebrider.

Su afición por la lectura comenzó a muy temprana edad cuando leyó La montaña mágica de Thomas Mann y Los hermanos Karamasov de Dostoievski. “Mis primeras impresiones serias de la literatura las tuve gracias a las pláticas que teníamos con el papá de Francisco Segovia, el poeta Tomás Segovia. Creo que fue escuchándolo a él que sentí muchas ganas de escribir y ser poeta. Pero me costó mucho atreverme y pese a que fuimos muy amigos y le dediqué un poema del que nunca me dijo nada, El café, nunca tuve el valor de hablar con él ni de mi poesía ni de mi escritura. También escribí un ensayo sobre su poema Cantata a solas, uno de mis favoritos, que publiqué en mi libro Inmersiones”.

"Vivir es sobreponerse”

Su hermano, Jordi García Bergua, se suicidó en 1979 y ella me habla del asunto con una honestidad que conmueve, con la naturalidad de quien ha sobrevivido a muchas muertes, en su caso, la muerte de las personas más cercanas a ella. “Cuando mi hermano Jordi se suicidó, tuve un ataque de estrés postraumático que en ese entonces nadie trataba como tal. Tuve la suerte de que me trató un psiquiatra, Carlos Serrano, al que siempre le estaré inmensamente agradecida. Yo que en ese entonces trabajaba ya en la divulgación científica e intuí que me pasaba algo grave, que había un cambio bioquímico en mi cerebro. De ese estrés me quedó una secuela que es la alteración del estado de alerta; me ha costado años, pero he logrado dormir profundamente. En 1980 murió mi abuela paterna, muy cercana para mí. Mi padre falleció en 2002, mi marido Carlos García Tort en 2007, mi madre en 2010 y mi maestro y mentor Luis Estrada Martínez en 2016, fue el fundador de la divulgación científica en México y fuimos muy amigos. Es muy difícil lidiar con las pérdidas y conforme la vida avanza cada vez son más. Creo que vivimos en una sociedad que no nos enseña a procesar los duelos, las personas se aíslan en vez de vivirlos en común. La poesía me ha ayudado mucho a superarlos o a sobreponerme pues, como decía Rilke: “Vivir es sobreponerse”. Creo que con la pandemia a muchos se les va a dificultar vivir el duelo; de por sí hay muchas personas que viven duelos terribles en México debido a la violencia que se desató desde el 2009 y a los feminicidios”.

A pesar de eso, la imagino alegre sosteniendo la correa de su perro por las áreas arboladas de Coyoacán, sus labios humedecidos por una sonrisa. Alicia fue muy libre en su juventud y en su madurez, tuvo que ponerse a trabajar muy temprano para independizarse de sus padres. Y a pesar de los altibajos, ha llevado una vida muy interesante y festiva, viviendo primero en Cuernavaca y en la Condesa con su primera pareja, luego en Coyoacán con su hermana Ana, trabajando en el Centro de Comunicación de la Ciencia y también trabajando en el teatro con Antonio Serrano o como coguionista de un director de cine. “Festejábamos bastante, pero también trabajábamos haciendo un montón de cosas que nos entusiasmaban. He hecho pocos viajes, pero también los disfruté enormemente”.

Alicia empezó a publicar alrededor de los 30 años. Define su poesía como existencial y reflexiva. “Pero pienso como Borges que, si un poema es tanto algo que escriben Walt Withman como Paul Valery, la poesía de cada quien es, como digo en un poema, una especie de idioma dentro de la propia lengua que sólo habla uno y en el que tiene que llegar a entenderse con todos. Escribí el libro de ensayos Inmersiones para sumergirme en la gran diversidad de los poemas. Creo que, aunque mis poemas estén dentro de alguna corriente literaria son singulares o eso espero, porque así concibo los buenos poemas”.

Los amores profundos

¿Por qué crees que las personas se enamoran? ¿Es un evento científico o poético?, me atreví a preguntarle, tratando de entender ese fenómeno tan extraño, pero a la vez civilizatorio que compone o descompone a las sociedades, a ella, una mujer de ciencia y sentimientos:

“Flaubert dice en la Educación sentimental: ´Los amores profundos son como las mujeres virtuosas, llevan su vida con los ojos bajos´. Creo que el amor entre dos personas tiene muchos ingredientes además de la sexualidad, y ese es ahora el problema. Además, muchas mujeres no queremos ya ser poseídas como cosas o como cuerpos, sino ser amadas y respetadas en libertad y eso implica alcanzar un alto grado de civilización”. Y he ahí el problema, pienso. Charles Fourier dijo:

'El grado de civilización de una sociedad se mide por el grado de libertad de la mujer'. La cosa es grave. Por ahora.

Le pido que me describa un día perfecto en su vida, para imaginarla, que la imaginemos en su trajín diario, sola mas no solitaria, con Marley, sus libros, observando, analizando los objetos y la palabra de los demás, para luego crear la magia con la pluma: “Levantarme en la mañana temprano, bañarme, vestirme y bajar a desayunar con mi cuaderno para escribir si me apetece o se me ha ocurrido algo. Salir a pasear un rato con el perro y regresar con una idea sobre la cual seguir escribiendo hasta la hora en la que me preparo algo de comer y escucho música. Tomar una ligera siesta y subir a trabajar en algo que haga falta, suelo usar las tardes para eso o para leer libros o ver películas o series que me gustan, o simplemente conversar con amigos en las redes”.

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